Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

La Última Cena Profanada: Un Ultraje a la Fe en la Inauguración Olímpica

Por: Mario Pérez

En el día de hoy, la tan esperada ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos se vio empañada por una controvertida y ofensiva parodia de la Última Cena, que ha generado indignación y tristeza entre los fieles católicos y cristianos en general.

Durante la ceremonia, un grupo de personas travestidas se dispuso a parodiar a Jesús y sus apóstoles, mientras un cantante disfrazado del dios Baco, figura mitológica del vino, se retorcía provocativamente sobre una representación de la mesa sagrada. Esta burla flagrante no sólo resultó en una falta de respeto a una de las escenas más sagradas del cristianismo, sino que también evidenció una preocupante tendencia a trivializar y mofarse de lo sagrado.

Es que ya ni disimulan. Usan al «dios» del vino para burlarse del que en la Última Cena convirtió el vino en su propia sangre. Este acto, que pretendía ser artístico, ha sido percibido como una afrenta directa a la fe y devoción de millones de personas alrededor del mundo.

Hoy el Papa Francisco mencionó en un mensaje especial a esta justa deportiva internacional:

“Me alegro con ustedes de la realización de esta prestigiosa competición deportiva de alcance internacional. El deporte es un lenguaje universal que trasciende todas las fronteras, lenguas, razas, nacionalidades, religiones; tiene la capacidad de unir a las personas, de favorecer el dialogo y la acogida mutua; estimula las personas a superarse a sí mismas, fomenta el espíritu de sacrificio, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales; invita a las personas a reconocer sus propios límites y el valor de los demás. Los Juegos Olímpicos, si realmente siguen siendo “juegos”, pueden ser, por tanto, un lugar excepcional de encuentro entre los pueblos, incluso entre los más hostiles. Los cinco anillos entrelazados representan este espíritu de fraternidad que debe caracterizar el acontecimiento olímpico y la competición deportiva en general.

Espero, por lo tanto, que las Olimpiadas de París sean para todos los que acudan de todos los países del mundo, una ocasión imperdible para descubrirse y apreciarse, para derribar prejuicios, para fomentar la estima donde hay desprecio y desconfianza, y la amistad donde hay odio. Los Juegos Olímpicos son, por su propia naturaleza, portadores de paz, no de la guerra”.

A dicho escíndalo de esta mofa la comunidad católica no se hizo esperar. Diversos líderes religiosos y fieles manifestaron su rechazo y preocupación ante esta representación, señalando la necesidad de respeto y consideración hacia todas las creencias religiosas, especialmente en eventos de talla mundial como los Juegos Olímpicos, que se supone deben promover la paz y la unidad entre las naciones.

Esperamos que los organizadores tomen en cuenta el impacto de sus decisiones artísticas y reflexionen sobre la importancia de mantener un ambiente de respeto mutuo en futuros eventos. Que la diversidad cultural y religiosa sea un motivo de celebración y no de división.

Relacionado