El doctor Sergio Alfieri, uno de los médicos más cercanos al Papa Francisco, reveló este jueves los detalles conmovedores de los últimos momentos del pontífice, quien falleció en su residencia en Santa Marta, tal como había expresado su voluntad: “Quiero morir en casa”.
Alfieri, cirujano del hospital Gemelli de Roma y quien lo atendió en sus dos intervenciones quirúrgicas, fue claro al relatar lo vivido: “Entré en su habitación y tenía los ojos abiertos pero no me respondía, no había nada que hacer”. A pesar de que el Santo Padre no presentaba dificultades respiratorias, ya no reaccionaba a los estímulos. “Estaba en coma”, explicó el médico.

La decisión de no trasladarlo nuevamente al hospital fue tomada con firmeza y respeto a sus deseos. “Corríamos el riesgo de que muriera en el traslado. Le expliqué a su asistente personal de salud, Massimiliano Strappetti, que la hospitalización habría sido inútil”, recordó Alfieri.
Strappetti, a quien muchos describen como un “hijo espiritual” del Papa, fue clave en el cumplimiento de sus últimas voluntades. “Si perdía el conocimiento, debíamos seguir sus directrices: nada de encarnizamiento terapéutico”, afirmó el doctor.
Durante su última estancia en el hospital, el Papa había pedido expresamente que no se lo intubara bajo ninguna circunstancia. “Eso le habría ayudado a respirar, sí, pero no habría vuelta atrás. Con los pulmones infectados por un virus, extubarlo habría sido inviable”, explicó Alfieri.
Aquel lunes, poco antes del amanecer, Strappetti lo llamó: “El Santo Padre está muy enfermo”. En cuestión de minutos, Alfieri se encontraba en Santa Marta. Fue entonces cuando comprendieron que el tiempo se agotaba, pero que la voluntad del Papa seguiría siendo respetada: morir en paz, en su hogar.

Y así fue. Sin grandes gestos ni ceremonias, con los ojos abiertos y en silencio, Francisco se despidió del mundo, tal como vivió su pontificado: humilde, firme en sus convicciones y profundamente humano.